Henry Ford: de la cadena de montaje a la semana de 40 horas… y las primeras sillitas para niños

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Henry Ford es uno de esos personajes que ha pasado a la historia por muchas acciones que han marcado una profunda huella en la industria y también en el mundo laboral.

Todos están de acuerdo en que la gran innovación de Henry Ford que ha pasado a la posteridad ha sido la cadena de montaje. Una solución que le permitió producir automóviles, su Ford T en concreto, en masa y abaratar así sus precios. Ese coche del que se decía que «el cliente puede elegir el color, siempre que sea negro», aunque las primeras unidades fueron de color rojo, pintura que encontró en stock.

La leyenda dice que Henry Ford tuvo la idea visitando el matadero de Detroit, uno de los primeros lugares donde se aplicó el concepto de trabajo en cadena. El Ford T se lanzó en 1908 y la primera cadena de Ford T, en la fabrica de Piquette, no se instauró hasta 1913.

Pero en realidad, la primera marca de automóviles que usó la cadena de montaje fue Oldsmobile. En 1901 Ramson E. Olds patentó un sistema de cadena que le permitió multiplicar su producción, pero el sistema de Ford era más completo y sofisticado. Poco después, Hery Leland, fundador de Cadillac, estableció otra de las bases de la industria actual: la estandarización de componentes, lo que abarataba costes.

La ventaja de este sistema era que los obreros no tenían que desplazarse y efectuaban siempre la misma tarea en un puesto fijo al que le llegaban las piezas. De esta forma se conseguía mayor rapidez en la fabricación.

Y un segundo tema importante: no requería mano de obra especializada, simplemente la formaba para que hicieran una tarea rutinaria, lo que permitió ampliar de forma rápida la plantilla con jóvenes, granjeros, ganadores o trabajadores de otras industrias, que buscaban otro trabajo. «Nada es especialmente difícil si lo divides en pequeñas tareas», es una de las citas de Henry Ford.

Ello acabó provocando que el precio de los automóviles bajase drásticamente en poco tiempo. Los 825 dólares que costaba un Ford T en el momento de su lanzamiento se redujeron a poco más de 260 cuando llegaba al final de su vida comercial.

Pero hubo otros aspectos que han tenido una gran trascendencia en la sociedad, si bien son menos conocidos. Temas que ‘irritaron’ a sus competidores y que pueden sorprender porque Ford era un ferviente antisindicalista. Pero Ford adoptó estas medidas por una razón clara: las consideró beneficias para su negocio.

En 1914 dobló el salario de sus trabajadores, pasando de 2,34 dólares diarios –lo habitual– a 5 dólares. Esto provocó problemas en sus competidores, que vieron como parte de sus trabajadores aceptaban la oferta de Ford. Pero Ford había hecho sus cálculos: Para vender en masa su producto necesitaba que los trabajadores –los suyos y los de otras empresas– estuvieran en condiciones de comprar automóviles y así ir aumentando la producción y los beneficios.

Sin quererlo, puso las bases de las 40 horas semanales, 8 horas de trabajo, cinco días a la semana. El 1 de mayo de 1926 Ford anunció que la semana laboral de la empresa no sería ya de seis días sino de sólo cinco, y que el horario laboral sería de 40 horas, ocho horas diarias. La jornada de ocho horas ya estaba implantada en muchos lugares, pero seis días a la semana. Y no sólo eso: comenzó a aceptar mujeres e inmigrantes.

Hay dos cosas curiosas en el anuncio. La primera, que eligiera el 1 de mayo, justo cuarenta años después de que hubiera una gran huelga pidieron mejoras, no sólo salariales, en Chicago, con más de 200.000 huelguistas y otros tantos que lograron, total o parcialmente, sus reivindicaciones.

La de Ford fue una decisión práctica: pensó que los trabajadores producirían más si descansaban lo suficiente y emplearían menos tiempo para hacer la misma labor… lo que aumentaría la productividad… y por tanto los beneficios.

El nombre de Ford también se asocia a un episodio dramático, la conocida ‘Masacre de Ford’. El 7 de marzo de 1932, los trabajadores en paro –debido a la Gran Depresión– organizaron la que llamaron ‘La Marcha del Hambre’.

Las secuelas de la Gran Depresión habían provocado un desplome de la industria del automóvil, que perdió más 60% de su producción y llevó aparejada una ola de despidos. Aquel 7 de marzo se convocó una marcha entre Detroit y la fabrica de Ford en River Rouge, en la que participaron unas 6.000 personas.

Querían entregar a Henry Ford un pliego con 14 peticiones, entre las que estaban la recontratación de desempleados, el fin de la discriminación racial, el derecho a organizar sindicatos y el fin de ‘los espías’ o ‘topos’ de la dirección. Ford había hecho todo lo posible para erradicarlos de sus fábricas.

Antes de que llegaran a la factoría, temiendo que esta fuera ocupada, policía y miembros de seguridad de Ford cargaron contra la manifestación para dispersarla; incluso los bomberos con sus mangueras ayudaron a ello. El empleo de gases lacrimógenos, porras e incluso algún arma de fuego provocaron cinco muertos y varios heridos.

Y, aunque sea anecdótico, hay otro hecho curioso poco conocido de Ford: ‘inventó’ la sillita para niños. No está claro si por razones de seguridad o de comodidad, hizo instalar unos asientos adaptados a sus hijos pequeños en el coche eléctrico de su esposa Clara. ¡No era un Ford! Sino un Detroit Electric. La razón es que los coches eléctricos se consideraban más aptos para ser conducidos por mujeres, entre otras razones porque el arranque era mucho más sencillo, sin necesidad de accionar manivelas. Otra época…

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