Los papàs nunca mueren, se vuelven invisibles y duermen en nuestras memorias, sentimientos y en lo profundo de nuestro corazòn. Los extrañamos y darìamos cualquier cosa por volverlos a escuchar, sentir sus abrazos o esa mirada còmplice llena de ternura.
Nuestros papàs nos cuidan y nos protegen aunque no estèn en este plano. sus enseñanazas y su amor infinito nos deja marcados para recordar lo màs bonito que vivimos con ellos a su lado.
El vìnculo entre padre e hijo es mucho màs profundo que cualquier otro que podamos tener a lo largo de nuestra vida y cuando es momento de su partida, sabemos que nada volverà a ser igual.
Es importante saber que la ausencia fìsica no significa que no podamos sentirlos: las enseñanzas se quedan aquì y podemos transmitirlas para que ellos continuèn viviendo a travès de otras personas.
Los papàs aunque no estèn presentes, nos enseñaron a vivir la vida con amor, cariño y reìr cuando todo estaba de cabeza. Nada como una sopa caliente o un abrazo reconfortante para volver empezar. Es justo ahì donde la eternidad tiene un sentido: en el legado de las personas dejan y en el amor que sembraron a travès del tiempo, ese amor que descubrimos y que nos cobija con hermosos recuerdos aunque ellos ya no estèn aquì.
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